La Línea de la Concepción ha celebrado su cumpleaños por todo lo alto con varios actos institucionales cargados de significado y emotividad.
Un pleno extraordinario precedió a la entrega de Honores y Distinciones a destacadas personas e instituciones de 2022, tras lo cual se descubrió en el salón de plenos la concesión de Medalla de Oro de la ciudad de 2021 a los componentes de la primera corporación de la democracia, para finalizar en la glorieta Carlos III con el izado de la bandera local acompañado por el pasodoble “Española y gaditana”.
En este 152º aniversario de la ciudad ha sido Juan Rodríguez Corrales el encargado de ofrecer el discurso institucional en el transcurso de un pleno presidido por el alcalde, Juan Franco, acompañado por los portavoces de la corporación municipal y la secretaria general del Ayuntamiento.
Rodríguez desgranó la historia del municipio con sus pros y contras, “propósitos y despropósitos”, entrelazada con la historia de su propia familia, para finalizar con un deseo de prosperidad económica y social sin olvidar el consejo profesional de asumir el futuro “con una psicología positiva”.
A continuación, se han entregado las distinciones de 2022. Recibieron Menciones Honoríficas:
– Iglesia Esperanza de vida, por su labor humanitaria en beneficio de los más desfavorecidos a lo largo de 40 años.
– Instituto de Enseñanza Secundaria “Mediterráneo”, en su 50º aniversario.
– Francisco Méndez del Castillo, en reconocimiento a su dilatada trayectoria laboral como mancebo de farmacia durante 50 años.
– Gala Gallego Soro, teniente coronel de las Unidades Aeromóviles del Ejército de Tierra.
– Se nombró Hijo Adoptivo a título póstumo a José García Jiménez, nacido en Ceuta y vinculado a lo largo de toda su vida a La Línea como maestro, historiador y comunicador.
-Hijo Predilecto, Andrés Espinosa Sánchez, consejero delegado de Grupo Ubago.
-Medalla de Oro de la ciudad al Real Club Náutico, en conmemoración del 75 aniversario de su fundación.
De todos ellos realizó una pormenorizada semblanza el historiador, José Beneroso.
Después, los asistentes se han dirigido hacia el salón de plenos donde se ha descubierto la concesión de Medalla de oro de La Línea de la Concepción 2021 a la primera corporación de la democracia (1979 – 1983), presidida por Francisco Niebla, tras la proclamación de la Constitución Española de 1978, con presencia de Juan Carmona, Antonio Marmolejo y Julio Castilla, concejales en aquel momento.
Los actos conmemorativos se han cerrado con la interpretación del himno de La Línea de la Concepción a cargo de la Banda Municipal de música, mientras los portavoces municipales, Juan Chacón y Helenio Fernández, izaban la bandera azul y blanca distintiva de la ciudad.
Además de la corporación municipal en pleno, galardonados y familiares, han asistido a la conmemoración del 152 aniversario, los representantes del Gobierno, la Administración General del Estado, la Junta de Andalucía y la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar.
Juan Rodríguez desgrana las luces y sombras de la historia del municipio
Discurso institucional 152º aniversario
Juan Rodríguez Corrales
BUENOS DÍAS
Sr. alcalde-presidente del Ayuntamiento de nuestra ciudad, Sras. y Sres. miembros de la Corporación Municipal, autoridades, representantes de entidades y colectivos, Sras. y Sres.
Dirigirme a ustedes hoy, 20 de julio, día del 152 aniversario de nuestra querida Línea de la Concepción, supone para mí un gran honor que me llena de emociones muy positivas. Por ello, mi más sincero agradecimiento al Sr. alcalde que ha confiado en mí para desempeñar esta alta responsabilidad.
Quiero empezar hablando de vidas reales y de hechos reales, como ejemplo de tantas miles de vidas que fueron llegando a la Línea procedentes de lugares lejanos o cercanos. Todos fueron hijos adoptivos que nos aportaron paulatinamente nuestra identidad como linenses.
Luego, describiremos algunos acontecimientos concretos, cruciales para La Línea. Les llamaré DESPROPÓSITOS si son políticas adversas para con nosotros tanto del gobierno de España como del Reino Unido. Hablaré igualmente de PROPÓSITOS, los menos, si nos aportaron algún beneficio. Por último, reflexionaremos sobre nuestro futuro.
Empezamos con el relato de esas vidas esenciales para nuestra identidad:
Eustaquio Arráez al que todos llaman, no se sabe por qué, Alfonso, ayuda al mozo a enganchar el pesado baúl a la parte trasera de la diligencia. Mira la hora en su reloj de bolsillo y exhala un sonoro suspiro. Es la una y cuarto de la madrugada del viernes día 4 de marzo de 1892.
Cuentan los ancianos de Vejer que la familia Arráez procede de Turquía. Tras la Batalla de Lepanto, una galera turca se entregó en Cádiz a la Armada Española. Las autoridades de entonces le dieron a su capitán unas hazas de tierra en Vejer de la Frontera y la voz turca que le designaba como capitán, pronunciada “El-arraez”, fue su apellido, que tomó al bautizarse junto con el nombre de José. La esposa de Eustaquio, Dolores Ciatelo, procedía de una familia genovesa de comerciantes que se afincó en Vejer hacía varias décadas.
La familia ha estado aguardando en la casa de postas de la Barca de Vejer la llegada de la diligencia que salió hace ya muchas horas desde Cádiz.
Eustaquio subió al carruaje un tanto intranquilo por la incertidumbre del viaje. Una vez dentro, se aseguró de que ya estaban todos sentados en los bancales acolchados. Dolores abrazaba fuertemente a la pequeña Antonia que solo tenía dos años y dormía plácidamente. Mientras, en silencio, las lágrimas le resbalan por ambas mejillas. María y José, los más mayores, estaban despiertos y asidos a cada brazo de la madre. Eustaquio la envolvió y la consoló diciéndole que les iría muy bien en La Línea. En ese momento, el cochero arreó los caballos al tiempo que chasqueó el látigo. Comenzó la aventura.
Empezó una noche incómoda agravada por la veintena de personas que viajaban hacinados entre el pescante, el techo, el banco de madera exterior y el interior de la diligencia, donde, por fortuna viajaba la familia Arráez gracias a aquellos 20 reales, un duro de plata del “pelón”, que le costó a Eustaquio el viaje. Entre sueños y despertares, amaneció y divisaron próximos las murallas y el castillo altivo de Tarifa.
Horas más tarde, a su paso por Algeciras, la familia contempló boquiabierta la hermosa bahía con la elegante figura del Peñón y a sus pies el perfecto istmo donde se levantaban las edificaciones de La Línea.
Por fin, la llegada a La Línea de la Concepción, cuando al sol le faltaba una hora para ocultarse por poniente. Se procedió al penoso paso de la diligencia a través del arroyo “Cachón de Jimena” por la orilla de la playa mientras que los viajeros cruzaban por un frágil puente hecho de troncos y tablones de madera. En esta pasadera había que abonar 5 céntimos de peseta por el peaje que cobraban en una caseta próxima con el techo rojo. El coche avanzaba, a veces penosamente, por la arena de la playa más o menos endurecida por el agua del mar. La familia Arráez estaba expectante ante las imágenes inigualables que percibían. En ese momento, la tristeza que los acompañó durante todo el viaje se tornó en alegría, ilusiones, motivaciones y esperanzas hacia la nueva vida que les esperaba. Gibraltar y La Línea lucían esplendorosas en el ocaso que reflejaba con la claridad excepcional del poniente, unos colores rojizos vivos y nítidos, inusuales a la vista. Ese día la bahía estaba repleta de goletas de hasta cuatro mástiles y de algún que otro barco a carbón que lanzaban por sus chimeneas enormes columnas de humo negro.
Pasaban ya por el principio del primer tramo de la Avenida España. A la izquierda vieron la gran fábrica de corcho, inaugurada en 1888, que estaba siendo restaurada después del aparatoso incendio sufrido al año de su apertura. Era propiedad de los hermanos Larios y en ella trabajaban mil obreros que producían grandes cantidades de tapones, corcho en planchas y otros productos manufacturados.
A la derecha aparecía la barriada de San Felipe, aún con restos evidentes del fuerte, llamado así en consideración de Felipe V que lo mandó construir en 1731 conjuntamente con el de Santa Bárbara, en honor de la Patrona de Artillería, en la playa de levante. Ambos fuertes estuvieron unidos por una gran muralla de contravalación con varias plazas de armas en punta de diamante. Esta contravalación, cuyas obras fueron dirigidas por el ingeniero de Verboom fue denominada La Línea de Gibraltar. Una línea de fuego cuyo nombre acordó el primer ayuntamiento al segregarse de San Roque en 1870 y que posteriormente sería cambiado por el de La Línea de la Concepción en honor a la Patrona de Infantería.
Ya visualizaban el campanario de la iglesia de la Inmaculada Concepción, inaugurada en 1879, que destacaba entre las casas, casi todas de una planta. La diligencia pasó por la Casa Colorada (hoy colegio providencia Sagrado Corazón), los jardines y la magnífica Villa de San José, edificaciones iniciadas en 1871 y propiedad de la familia Saccone que fueran comerciantes adinerados de Gibraltar. Al entrar en la villa había una fantástica chimenea labrada en un auténtico encaje de mármol por artistas italianos y contaba con impresionantes muebles también de procedencia italiana. En los jardines crecían unas esbeltas araucarias que se visualizaban por encima del muro y dos estanques de peces de colores rematados por una hermosa fuente de mármol hecha igualmente en Italia (esta propiedad pasaría a ser Casa Consistorial en 1922 al ser comprada por el ayuntamiento a los herederos de Saccone por la cantidad de 364.285 pesetas. Hace ahora 100 años. Nuestro alcalde acaba de descubrir una placa conmemorativa en esta villa, hoy Museo de Cruz Herrera).
Más adelante, a la derecha, contemplaron el primer cuartel de infantería construido por el general Ballesteros en 1811, todavía de una sola planta y rodeado por un foso. Pronto el carruaje viraría a la izquierda y verían la gran plaza de Alfonso XIII con el sólido edificio de la Comandancia Militar, al fondo a la derecha, construida en 1865. Este era el final de su viaje. Allí lo esperaba un amigo suyo, José y su esposa. Llevaban ya dos años en la ciudad y por carta les hablaron de las oportunidades que ofrecía el lugar.
La diligencia paró en la confluencia de las Calles Libertad (hoy Real) y Clavel (a veces llamada avenida del Campo). En esta calle, muy cerca, su amigo le había alquilado una casa. Tras efusivos saludos, José les ayudaría a transportar sus enseres a la nueva vivienda familiar. Desde allí, al final, se veía la gran plaza de toros de estilo andaluz inaugurada el 20 de mayo de 1883, por los diestros: el Gordito, Frascuelo y el Marinero.
La familia Arráez-Ciatelo establecerían felizmente sus raíces en La Línea y tendrían dos hijos más, Manuel y Martín.
23 años más tarde de la llegada a La Línea de la familia Arráez, en el verano de 1915, Andrés Corrales, nacido en Algatocín, llegaba a la ciudad con sus caballerías provistas de serones de esparto repletos. Este viaje desde Algatocín lo había hecho multitud de veces portando a la Línea productos de la serranía y llevando para allá pescado salado, artículos manufacturados del corcho y mercancías de Gibraltar.
Andrés era arriero y su vida hasta ahora no había sido nada fácil. Siempre con sus recuas de mulos y asnos por las viejas veredas por las que circulaban con sus caballerías cargadas al son de los cascabeles y campanillas. Aguantaban con paciencia el sol abrasivo del verano, las inclemencias del tiempo invernal y los posibles salteadores de caminos. Andrés abría siempre la senda, montado en un caballo blanco sobre una silla artesanal de cuero y unas alforjas del mismo material. Le seguían sus recuas guiadas por unos cuantos hombres a los que contrataba para cada viaje. Era un hombre maduro, delgado, bien parecido y portaba un buen mostacho con las puntas engominadas hacia arriba.
La reata entró en la Línea por la avenida de España cuya carretera, por fin había sido construida después de muchos avatares. No obstante, tuvo que pasar a través del arroyo Cachón con cierta dificultad entre las obras del futuro puente en construcción que daría salida a la ciudad y el esbelto edificio del recién construido hotel del Príncipe Alfonso. Este bello establecimiento hotelero, junto con el puente, se inauguró un año después y fue un verdadero símbolo de prosperidad, lujo y riqueza del Campo de Gibraltar. Representaba la época dorada de Gibraltar, La Línea y sus alrededores con el reclamo de su casino y su magnífico bar y restaurante.
Andrés había enviudado dos veces y tenía 3 hijos: Barbarita, Francisco y Andrés. Todos se habían establecido ya en la Línea a la espera del último viaje de su padre.
En sus idas y venidas arrieras a La Línea el destino quiso que se encontrase dos años antes con Antonia Arráez y ya había pedido formalmente su mano a Eustaquio Arráez. Este recorrido iba a ser el final del Andrés arriero, porque, por fortuna, había encontrado un trabajo estable en La Línea. Poco después, Andrés y Antonia, ella entonces con 25 años, se casarían en la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción el domingo 5 de septiembre de 1915. De esta unión nacerían Antonio y Loli.
He intentado a través de estos relatos aunar las vicisitudes, los intereses y las emociones que experimentaron todos los linenses adoptivos que configuraron nuestro pueblo, nuestra identidad. Hay que sentirse orgullosos de todos ellos, como me siento yo ahora mismo, porque, como ya habrán intuido ustedes, he hablado de mi familia. Eustaquio y Dolores fueron mis bisabuelos maternos y su hija, la pequeña Antonia, mi abuela, Andrés, el arriero, mi abuelo, de los que nació mi madre Loli, linense ya de nacimiento, que después de una larga, fructífera y feliz vida nos dejó hace algunos meses.
Desde aquí un recuerdo entrañable para todas estas miles de personas, que ya no están entre nosotros, llegadas de distintos lugares y que edificaron nuestra esencia linense. Una mención muy especial a una mujer valiente ante la vida, que, por fortuna, sí que está entre nosotros: Francisca Gavira Álvarez, nacida en 1916 en Casares, tía de mi buen amigo Juan Rodríguez Gavira, que cumplirá próximamente 106 años y que desde muy jovencita vive en la Línea. Gracias, querida Francisca por regalarnos tu larga vida y contribuir en nuestra identidad.
La Línea está ubicada en un istmo que, desde hace siglos, dado su situación en pleno Estrecho de Gibraltar, han vivido y viven personas de religiones y culturas diferentes. A pesar de las largas contiendas a lo largo de la historia, se ha ido consolidando una identidad propia del lugar, donde se practica desde tiempos remotos la interculturalidad. La mezcla generosa de culturas confiere a este lugar no pocas bondades de las que todos, nativos y foráneos debemos sentirnos satisfechos. Sí, el mestizaje que hemos visto claramente a través de las historias antes contadas es generoso con los valores y la creatividad humanas, aunque algunos digan lo contrario. Así, aquí en este pueblo nuestro, la hospitalidad, el talante abierto y dialogante, la solidaridad y el entendimiento son valores habituales.
La identidad del linense, incluido nuestro indiscutible aporte de españolidad, la definió nuestro querido y recordado Paco Tornay cuando dijo que La Línea era un pueblo siempre abierto a la esperanza, un pueblo ilusionado con el devenir y luchador contra las adversidades, por muy duras y hostiles que sean, un pueblo que olvida sus penas y sus problemas derrochando esa cordialidad y hospitalidad que nos caracteriza. Estamos ahora mismo demostrándolo en esta feria que ahora renace con fuerza después de la virulencia de la pandemia, la guerra de Putin y la crisis económica general. Pero también, somos un pueblo de artistas, músicos, escritores y uno de los que tiene mayor porcentaje, en proporción a sus habitantes, de doctores en todas las ramas del saber con aportes académicos en bastantes universidades e instituciones culturales españolas y extranjeras. Un pueblo, en definitiva, con una rica sociedad civil, agrupada en asociaciones de todo tipo, muchas de ellas centenarias, como la Real Balompédica Linense o la Unión Deportiva y Cultural Linense.
Como comenté anteriormente hablaré de algunos despropósitos y propósitos significativos para nuestra ciudad.
El primer despropósito que apuntaré ocurrió 60 años antes que La Línea se constituyera como municipio independiente. Esta barbaridad por parte del gobierno británico, y, aún peor, con la posible aprobación del gobierno español sucedió el 14 de febrero de 1810. En esta fecha el gobernador de Gibraltar, el mayor-general Colin Campbell, mandó destruir mediante voladura, con un uso inusual de cargas explosivas, las fortificaciones de La Línea de Contravalación con sus baterías y los dos fuertes, incluido el fuerte de la Tunara. Al parecer esta orden partió del gobernador Campbell al que molestaba la presencia de las fortificaciones españolas. La razón expuesta por los ingleses fue que el ejército francés no tomara las fortificaciones. Los franceses nunca llegaron a La Línea de contravalación.
En todo caso, a nuestro pueblo se le privó de un gigantesco monumento que, de haber seguido en pie, hoy atravesaría la ciudad actual desde poniente a levante y sería un magnífico atractivo turístico y una innegable seña de nuestra identidad.
Nos trasladamos al año 1893. Ante las dificultades de la llegada de mercancías y viajeros por la orilla de la playa de poniente, el ayuntamiento aprobó el 12 de agosto un primer presupuesto de 30.000 pesetas para construir la carretera de la avenida de España y un puente sobre el arroyo Cachón. El despropósito llega del gobierno central que no apoyaba la obra alegando razones de índole militar. También se intuía que no era del agrado de Madrid que La Línea consiguiera tan acelerado crecimiento económico, social y poblacional. Esta disputa se convirtió en una verdadera lucha contra el ayuntamiento linense que obligó a las corporaciones de aquellos años a trabajar duramente, hasta que por fin el 19 de julio de 1916 se inaugura el puente del Príncipe Alfonso y se le proporciona a La Línea la tan merecida salida hacia la carretera de San Roque. 23 largos años de peticiones al gobierno central para construir una carretera y un puente son muchos años y nos da la idea de lo difícil que es conseguir mejoras, aún hoy, para nuestra ciudad.
Vamos al 18 de julio de 1936 en plena Velada y fiestas, cuando desembarcaron en Algeciras las tropas del sublevado general Franco. Al caer la noche el comandante Chacón, jefe del Cuartel de Ballesteros donde se encontraba el 2º Batallón del Regimiento de Infantería Pavía nº 7, junto con un grupo de oficiales, suboficiales y tropa, se proclamaron fieles al gobierno de la República. Hubo un intenso tiroteo en el patio del cuartel entre los mismos militares, que terminó al negociar la salida por Gibraltar a varios oficiales franquistas. Estos embarcaron, con el beneplácito de las autoridades británicas, en el torpedero español nº 19, vinculado con la sublevación. En la mañana del día 19, el torpedero bombardeó el cuartel de Ballesteros y el Ayuntamiento. El comandante Chacón izó la bandera blanca de rendición, permitiendo la entrada en el cuartel del Tabor de Regulares que ya estaba en la avenida de España, a los que se le entregó el armamento. Seguidamente hubo un intenso tiroteo entre los regulares y civiles armados apostados en los alrededores del acuartelamiento. A los militares de Ballesteros fieles al gobierno de la República se les hizo un juicio sumarísimo y los jefes, oficiales y suboficiales fueron fusilados.
En días posteriores, se paralizaron las actividades económicas y hubo registros, detenciones y fusilamientos a los republicanos de izquierda y a las logias masónicas, de las que en La Línea existían cinco. Una mención entrañable aquí para D. Juanito el Médico, maestro masón, de la logia Resurrección nº 3, asesinado tristemente en la carretera de Los Barrios.
Como consecuencia, hubo un abandono en masa de la población que se marchó a Málaga o se refugió preferentemente en Gibraltar en el que fueron muy bien acogidos por su población y no tanto por las autoridades británicas. Mis tíos Andrés y Francisco, hijos de mi abuelo Andrés Corrales el arriero, como tantos linenses, fueron acogidos por familias gibraltareñas y se libraron de la cárcel o del paredón. Los jóvenes que quedaron en la ciudad fueron llamados muy pronto a filas por el ejército sublevado. Así le ocurrió a mi padre, Luís Rodríguez, y a mis tíos José Rodríguez, Antonio Rodríguez y Antonio Corrales, que hicieron la guerra civil, salvo mi padre, el hermano más pequeño, al cual reclamó mi abuelo paterno, Juan Rodríguez, según una ley por la cual solo se podían tener dos hijos en la guerra.
Si ya existía cierta negatividad del gobierno central hacia La Línea, en los años de postguerra y muchos años después, se incrementaría el rechazo de la dictadura a raíz de estos lamentables sucesos.
El año 1969 supuso para mí, entonces un joven linense de 17 años, un acontecimiento que nunca podré olvidar. El 8 de junio, el jefe del Estado Español, general Franco con su ministro de Asuntos Exteriores Fernando María Castiella, ordenó el cierre permanente de la Verja y el corte inmediato de todas las comunicaciones de España con Gibraltar. Ello implicaba tanto el paso de vehículos y peatones por la frontera, el transbordador entre Algeciras y Gibraltar y los vuelos desde el Peñón a España, como las conexiones de correos, telegrafía y telefonía . Cuando esa tarde del día en cuestión, ayudé a descargar todas las herramientas de mi padre que era carpintero en el Arsenal, mi mente juvenil estaba alterada, pero no se percató de la trascendencia que iba a tener aquel tremendo despropósito de nuestro gobierno. Miles de trabajadores perdieron sus empleos de la noche a la mañana.
La Línea se convirtió en poco tiempo en una ciudad fantasma por la marcha de 30.000 habitantes. Unos emigraron al extranjero, preferentemente a Londres, donde había una nutrida colonia linense, otros como mi padre, terminó como celador sanitario en el hospital de Cuenca. Esto para mí fue un penoso desarraigo puesto que supuso abandonar a mi novia y a mis amigos. Por fortuna, en cinco años que duró este exilio me prometí a mí mismo que volvería con mi gente y a mi ciudad. Nunca dejé de escribir a diario y de viajar en el tren expreso Madrid-Algeciras, aunque otras veces me llevó en coche mi buen amigo José Antonio Ochoa. Al fin pude volver a la Línea a ejercer ya de maestro. Por fortuna, aquella novia, Merci, es hoy mi mujer y mis amigos de antaño, como Fernando Aragón, Enrique Emberley y José Mª García, siguen siendo mis buenos amigos.
¿Cuál hubiese sido nuestro futuro de no haberse cerrado la verja durante 13 años? Creo que nos hubiese ido mucho mejor en todos los sentidos. Aquello provocó heridas emocionales en Gibraltar y en la Línea, mezcladas con las razones políticas de la época, que solo el tiempo podrá borrar.
Llegamos ya al último despropósito, esta vez por parte de los británicos: el Brexit. Hace ya 6 años, el 23 de junio de 2016 se realizó el Referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. El resultado fue que el 51,9 % de los votantes eran partidario de abandonar la UE, frente a un 48,1 % partidario de permanecer. Estas cifras variaron sustancialmente en Gibraltar que arrojó la cifra de un 95,91 en contra del Brexit, manifestando así su claro deseo de permanencia en la Unión Europea. Como siempre, cada decisión de las metrópolis repercute en la Línea y esto trajo no pocas incertidumbres para nuestros trabajadores transfronterizos y nuestra economía local y, como es habitual, poquísimas ayudas de nuestro gobierno para paliar la situación.
Hubo pocos propósitos en la historia de nuestra ciudad, pero alguno hay que destacar.
El primero que tengo que referir es la constancia, el tesón y a veces la valentía que tuvieron los alcaldes, y la única alcaldesa, con sus corporaciones locales para sacar esta ciudad nuestra adelante. 76 en total desde Lutgardo López Muñoz a José Juan Franco Rodríguez.
En todo caso, la constancia de las corporaciones por dotar a la ciudad de infraestructuras urbanísticas y otras gestiones en beneficio de la ciudadanía se incrementaron desde el primer alcalde democrático al término de la dictadura. Creo que Francisco Niebla Molina y sus 24 concejales se merecen el homenaje que después se les va a hacer en la sala plenaria.
Aquí ninguna gestión municipal es fácil de conseguir, doy fe de ello después de mis 9 años en el ayuntamiento con Salvador Pagán y cuatro con Juan Franco. Pero gracias a esa perseverancia municipal, muchas veces en conflicto con el estado central o el autonómico, tenemos hoy el desdoble de la avenida España, los puertos deportivos de la Alcaidesa y Puerto chico, el puerto pesquero, el conservatorio profesional de música, la depuradora, la remodelación del cuartel de Ballesteros, la Comandancia y el Parque princesa Sofía, el nuevo hospital comarcal y las más modernas de peatonalización de la ciudad, la remodelación de la ciudad deportiva y la devolución del aspecto de antaño a la plaza de toros, por citar algunas.
El segundo propósito importante, esta vez, del gobierno de Madrid fue sin dudas la apertura de la verja a las 12 de la noche de aquel 14 de diciembre de 1982, propiciada por el gobierno de Felipe González. Recuerdo aquella noche cargada de ilusión y de felicidad, sobre todo por ver a nuestros familiares y amigos encerrados literalmente en el Peñón con los que habíamos estado durante esos años comunicándonos a gritos a través de la verja o haciendo un penoso viaje a Gibraltar a través de Tánger. Mi buen amigo Fernando Aragón y yo estábamos allí en primera línea y nos vimos trasportados en casi levitación hasta la pista de aterrizaje, llevados por una enorme masa de ciudadanos que entraban. Como digo, fueron momentos de ilusión y de pensamientos de posibles mejoras para la Línea.
Llegó el momento de reflexionar sobre algunas circunstancias a manera de conclusiones y recapacitar sobre ese futuro a corto y a medio plazo que nos espera como avance de la ciudad hacia la mejora de la situación.
Parece claro que la permeabilidad en la frontera con controles europeos en el aeropuerto y puerto de Gibraltar sería favorable para nuestra economía y, si esto ocurriera, deberíamos de aprovecharlos de la oportunidad de establecer la paridad entre las dos ciudades, La Línea y Gibraltar con un recíproco y equitativo aporte en lo socioeconómico. Una mutua dependencia, pero sin la supremacía de Gibraltar establecida hasta ahora.
En los pasados días 6 y 7 de este mes de julio se reunieron en Madrid, España y Reino Unido con la presencia del gobierno del Peñón para impulsar el tratado internacional sobre Gibraltar que, desde hace nueve meses, la Comisión Europea negocia con los británicos. Aunque no han trascendido mucho los acuerdos del encuentro, parece que el 80% de la negociación está ya cerrado y que se han limado ya ciertas asperezas.
Entre todas estas negociaciones hay que tener muy en cuenta la dimisión del primer ministro británico. Como es habitual, de las tormentas políticas de Londres y de Madrid siempre nos alcanza algún rayo. Esperemos que este rayo que nos alcance ahora sea iluminador y próspero y no nos abrase como otras veces ha ocurrido. De momento se ha desbloqueado el tema y avanza, que ya es significativo.
Otra cuestión, que entiendo que se debe potenciar es La Línea como ciudad de cara al mar. Ya tenemos puertos, faltan las marinas correspondientes y conseguir otros atraques de buques mayores. Sé que en todo esto se trabaja, pero hay que echar más carne en el asador para conseguir buenas inversiones en aras a un mayor desarrollo económico y empleo en este sector.
Me consta que se están haciendo algunas cosas por conseguir una ciudad sostenible de acuerdo con los nuevos tiempos y los nuevos retos que tenemos delante. No hace mucho tiempo, se nos citó al Centro para la UNESCO a una interesante reunión en la sala de pleno sobre turismo sostenible, entendemos que este es el camino y la meta que hay que conseguir: La Línea como pionera de un turismo sostenible. También hay que trabajar más los 17 objetivos sostenibles de la Agenda 2030, desde el número 1, fin de la pobreza, hasta el 17, las alianzas para conseguir los 16 objetivos restantes. Todos tenemos que sumar nuestros esfuerzos en esto, tanto la sociedad civil y asociaciones como las instituciones.
Tenemos pendiente ese hermanamiento con Gibraltar, creo que es más necesario que nunca y perfectamente encajable en el Post-Brexit y en la Unión Europea, y a buen seguro que nos aportaría mucha más cooperación entre los dos pueblos, de igual a igual, en los aspectos socioeconómicos, educativos culturales y de sostenibilidad. Ya lo aprobamos en moción por unanimidad en el pleno del 7 de abril de 2016 en la anterior legislatura. Aún estamos esperando la respuesta de Gibraltar. Me consta que su alcalde tiene mucho que decir en este asunto. La pelota está en su tejado…
Hay que seguir también apostando por futuras inversiones tecnológicas y multiplicar esos inicios en empresas que fabriquen y controlen en nuestra ciudad más microsatélites del tipo WiSeSat y otras nuevas tecnologías, por ejemplo, sobre energía solar, que se puedan desarrollar y que aporten empleos seguros a nuestros jóvenes.
Y, por supuesto, hacer también un esfuerzo local en colaboración con las directrices del Ministerio del Interior en erradicar esos problemas que acarrean el contrabando y el narcotráfico que, como toda zona fronteriza, la Línea también tiene y son susceptibles de proyectos de mejora, no solo con las fuerzas de seguridad sino también con una sobredosis de educación y de trabajo estable y decente.
No quiero entrar en la recta final de estas palabras sin hablar de la necesidad de que los linenses nos instauremos en una psicología positiva. En este sentido, los ciudadanos linenses precisamos colectivamente de experiencias positivas sobre nuestra calidad de vida para potenciar nuestras fortalezas y nuestras virtudes humanas, producto de nuestra identidad. Para ello pedimos que nos faciliten programas sólidos que nos ayuden a mejorar esa calidad de vida en todos los sentidos. Hemos demostrado con creces a lo largo de nuestra corta pero intensa historia que somos resilientes, esto es, que sabemos soportar perfectamente las muchas vicisitudes y despropósitos con que nos hemos ido encontrando. Ya es hora de que seamos también conjuntamente felices como pueblo y podamos fabricar buenas profecías que se cumplan.
Por nuestra ciudad, gritemos todos y todas con alegría y a pleno pulmón:
¡VIVA LA LÍNEA!